El ejército de los EE. UU. Probó armas químicas con sus propios soldados

(Fuente de la imagen: Reproducción / Wikipedia)

Según The New Yorker, en la década de 1960, los científicos del Ejército de EE. UU., Liderados por el psiquiatra coronel James S. Ketchum, probaron en miles de sus propios soldados los efectos de las armas químicas en el cuerpo y la mente humanos.

Los experimentos fueron parte de un proyecto secreto desarrollado durante la Guerra Fría, en el que los científicos probaron la posibilidad de luchar contra enemigos potenciales usando nubes de sustancias psicoactivas, capaces de inhabilitar temporalmente la mente, en lugar de matar a personas con armas y armas. Bombas convencionales.

Conejillos de Indias militares

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Las drogas usadas en los experimentos variaron; Desde LSD hasta gas lacrimógeno hasta VX, un gas de acción nerviosa muy poderoso y letal que buscaba Saddam Hussein, y otras sustancias secretas que podrían causar ilusiones.

El problema es que a los soldados que estuvieron expuestos a estas drogas, todos voluntarios, nunca se les dijo de qué se trataba, ni si habría algún efecto a corto y largo plazo en sus mentes. Peor aún, estos hombres nunca recibieron ningún seguimiento o tratamiento psicológico después de completar los experimentos.

Guerra química

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Algunas de las sustancias probadas causaron que los voluntarios fueran envenenados, mientras que otras las hicieron sentir aturdidas o extremadamente ansiosas. Otros efectos comunes fueron falta de sueño, pesadillas y depresión, así como apatía, falta de interés, fatiga, histeria, pánico, delirios, alucinaciones, comportamiento suicida e inercia total.

Y parece que muchos de los soldados que participaron, más de 5, 000 jóvenes sanos, sufrieron secuelas. Tanto es así que algunos trataron de contactar a Ketchum para averiguar qué les había sucedido durante las pruebas para que tal vez pudieran aliviar sus pesadillas y problemas psicológicos.

Algunos de los que aún están vivos comenzarán una batalla judicial contra el gobierno federal, describiendo los experimentos como diabólicos. Hoy, el coronel Ketchum tiene 81 años, vive en una modesta casa de California y cree, honestamente, que los experimentos que dirigió en el pasado fueron necesarios y, a pesar del daño colateral, no estuvieron nada mal.