Mano invisible: el experimento demuestra cómo los estímulos visuales engañan al cerebro

Observe una de sus manos, equipada con dedos que sirven para una multitud de acciones, como agarrar objetos, rascarse el cuerpo, escribir mensajes y usar el control remoto. Si coloca una mano sobre una mesa y oculta la otra, aunque sepa que una no es visible, es posible engañar a nuestro cerebro sobre la capacidad de reconocer su propio cuerpo.

Según un interesante artículo publicado por National Geographic, incluso hay un famoso experimento que demuestra lo fácil que es engañar a nuestro cerebro sobre lo que es nuestra mano y lo que no. El estudio en cuestión fue desarrollado por investigadores de Princeton en la década de 1990 que crearon una ilusión que involucraba las manos de un grupo de voluntarios y una tercera mano hecha de goma.

Engañando al cerebro

El experimento consiste en colocar ambas manos sobre una mesa con una partición, colocando una mano de goma paralela a una de las manos verdaderas, mientras que la otra está fuera de la vista, oculta en el otro lado de la partición.

Luego, ambas manos, la real que está oculta por la partición y la de goma, se estimulan sincrónicamente y, después de que los toques se detienen en la mano real, los participantes comienzan a "sentir" los estímulos aplicados a la mano de goma. El video a continuación está en inglés y no tiene subtítulos, pero sirve para ilustrar cómo funciona el experimento.

El experimento demuestra que la información sensorial que procesa el cerebro se basa en información visual registrada a través de la observación de la mano falsa. Sin embargo, los científicos del Instituto Karolinska en Suecia han logrado ir más allá con la ilusión desarrollada por la gente de Princeton, al darse cuenta de que el truco se puede replicar incluso cuando no hay una mano falsa para actuar como un estímulo visual.

Mano invisible

Fuente de la imagen: Reproducción / National Geographic

Los suecos se dieron cuenta de que, siempre y cuando los estímulos se aplicaran a cierta distancia de los cuerpos de los participantes, correspondiente al lugar donde estaría la mano, también notaron los toques, pero sobre una mano invisible. Además, para demostrar que los participantes realmente estaban sintiendo los estímulos realizados en el espacio vacío correspondiente a la mano, los investigadores golpearon la extremidad invisible con objetos afilados.

Sorprendentemente, los voluntarios comenzaron a sudar, y cuando se les animó a cerrar los ojos y señalar dónde habían sido golpeados en sus manos, señalaron exactamente el punto correspondiente que había sido golpeado en el miembro invisible. El experimento muestra que este fenómeno ocurre porque estamos acostumbrados a sentir nuestras manos sin siquiera verlas.

Esto significa que nuestro cerebro necesita actualizar continuamente su impresión de dónde están nuestras extremidades en función de lo que nuestros sentidos le están diciendo. De hecho, no es raro que las personas sientan extremidades invisibles (los amputados sienten las suyas todo el tiempo) y el experimento puede servir para desarrollar terapias para tratar el dolor crónico relacionado con partes del cuerpo que ya no existen.