¿Es el buen olor a lluvia un resultado químico o cultural?

Hay tantas sensaciones e imágenes que vienen a la mente cuando pensamos en el olor que deja la lluvia después de una sequía o sequía. Esa lluvia de verano que refresca la tarde después de un día lleno de sol, humedece el medio ambiente, trae aire fresco y quita el clima seco y contaminado de las ciudades.

El placer que viene con el olor a lluvia puede ser el resultado de una serie de procesos químicos que ocurren en la tierra. En un estudio de 1964, los geólogos australianos acuñaron el término "petricor" para denotar el aroma rocoso de la lluvia en tierra firme.

Determinaron que una de las razones por las que obtenemos este olor particular se debe a una mezcla de aceites vegetales secretados en tiempos de sequía. Estos aceites inhiben la germinación de semillas y ayudan a controlar la competencia por el agua en tiempos de escasez. Con la llegada de la lluvia después de un período de sequía, las plantas liberan esta mezcla en el aire.

Geosmina, el aroma de la tierra.

Uno de los compuestos liberados con aceites vegetales es la geosmina. El olor a tierra es un químico producido por clases de microorganismos como las actinobacterias (esporas bacterianas) y las cianobacterias (algas verde azuladas). La geosmina se libera al aire cuando la fuerza de la lluvia golpea el suelo y hace que estas bacterias liberen compost de sus esporas. La sustancia también corresponde al olor que olemos cuando movemos la tierra.

La investigación ha demostrado que el olor humano es muy sensible a la geosmina y que algunas personas pueden detectar el olor de la sustancia incluso a concentraciones tan bajas como 5 partes por billón. El compuesto es generalmente agradable para la mayoría de las personas e incluso se usa para impartir un aroma terroso a los perfumes.

El patrimonio cultural de la representación de la lluvia.

Sin embargo, hay estudiosos en el campo de la antropología que analizan la sensación de placer que obtenemos del olor a lluvia de otras maneras. Diana Young, de la Universidad de Queensland, Australia, muestra que asociamos el aroma de la lluvia con una serie de imágenes con representaciones positivas de la vida, como el color verde o la figura de las plantas.

El investigador llamó a la "sinestesia cultural" la herencia de diferentes experiencias sensoriales de la vida en sociedad según la evolución histórica. Después de todo, la lluvia era una necesidad para la siembra y para la supervivencia general de la humanidad. El olor a precipitación, según la hipótesis antropológica, provoca sensaciones relacionadas con la conciencia colectiva de los individuos, recuperando los sentidos de satisfacción y placer.