Advertencia, madres: comer placenta puede dañar a su bebé.

No sirve de nada arrugar la nariz y hacer una cara repugnante: la práctica de comer la placenta poco después de dar a luz está ganando más y más adherentes. La justificación es que esto tiene una serie de beneficios, como una mayor unión con el bebé, un supuesto menor riesgo de depresión posparto e incluso la cantidad de nutrientes que tiene el órgano.

La placenta es una de las primeras estructuras que se forma dentro del útero y es responsable de la conexión entre la mujer embarazada y el bebé. Proporciona nutrientes y oxígeno, además de expulsar lo que no es útil para la formación del feto. Ahora, una nueva investigación muestra que su consumo puede terminar poniendo en riesgo la salud del recién nacido.

Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE. UU., La placentofagia puede hacer que la madre ingiera bacterias infecciosas que son perjudiciales para la salud de los bebés. Los CDC informan el caso de un recién nacido infectado con Streptococcus agalactiae, ¡una bacteria potencialmente mortal! El informe dice que la madre de este niño ingirió cápsulas de placenta contaminadas.

La forma más común de ingerir la placenta es en cápsulas.

Debido a que la transformación placentaria en cápsulas no está regulada, los CDC creen que el contratista de la madre puede no estar calentando el órgano a la temperatura correcta para eliminar todas las bacterias.

En la naturaleza, muchos animales en realidad comen la placenta poco después de dar a luz. Entre los humanos, esto sigue siendo inusual, pero se está volviendo popular. Y aunque muchas personas encuentran que el órgano es extremadamente saludable para el consumo, especialmente para aumentar la cantidad de hierro, vitaminas y minerales, no hay estudios que prueben todo esto. ¿Vale la pena el riesgo?